Tuesday, May 15, 2012

Cena de gala

Por : Lucía Caetano (España) Seguro que muchas mujeres han soñado alguna vez con ser reinas por una noche. ¿Seguro que sí? Pues un día yo estuve a punto de hacer realidad ese sueño gracias a una invitación sorprendente. Claro que digo "a punto" porque la noche no fue como yo imaginaba... Todo comenzó la tarde de un viernes cuando mi amiga Antonia y yo paseábamos por un céntrico parque tratando de aliviar el sofocante verano. Estábamos charlando sobre los últimos escándalos del corazón- es nuestro pasatiempo favorito-, cuando un desconocido con muy buena presencia nos abordó. "¿Podrían brindarme un minuto?", nos dijo, muy educado. "¡Y una hora si tú quieres!", respondió mi amiga, mirando sus ojos verdes. El chico tenía una labia envidiable y comenzó a soltarnos una historia sobre un nuevo producto alimenticio que su empresa estaba a punto de lanzar. Para iniciar la promoción del mismo, habían decidido organizar un ágape por todo lo alto en el hotel más lujoso de la ciudad. Y él tenía la misión de elegir a dos amas de casa-ésas éramos nosotras-para hacerles vivir una noche de ensueño. "Podrán ver un vídeo muy especial que les hemos preparado- nos explicó-. Luego les daremos un banquete único y, para acabar la noche, les haremos entrega de un regalo sorpresa. ¿Qué les parece?. Aceptan venir a nuestra reunión y ser nuestras invitadas especiales?. Por supuesto, dijimos que sí y aceptamos presentarnos en el hotel a las 21.00 horas, tal como era su propuesta. "¡Y vengan muy guapas!-nos dijo antes de despedirse. “Las estaremos esperando", culminó el atractivo hombre que nos hizo suspirar. ¿Se imaginan la locura que vivimos esa tarde Antonia y yo? Las dos supusimos que teníamos que ir con traje de noche y, como ninguna teníamos de eso en nuestro guardarropa, salimos a la carrera a comprarnos uno. Después de gastarnos hasta el último euro de nuestros ahorros, nos fuimos a la peluquería. Nos hicimos una sesión completa de maquillaje y peinado, y las dos corrimos a mi casa para vestirnos. Tras ponernos encima las pocas joyas que teníamos, salimos presurosas rumbo al hotel. Al llegar allí, el recepcionista nos miró un poco alucinado y nos señaló el lugar donde se iba a celebrar la reunión. Como unas reinas, entramos en el salón y...¡nos encontramos con unas doscientas señoras como nosotras! La única diferencia era que ellas iban vestidas con normalidad y nos miraban como si fuéramos bichos raros. Completamente abochornadas, nos sentamos a ver el "vídeo especial", que no era otra cosa que un anuncio de treinta segundos en el que se alababa las virtudes adelgazantes de unas galletas para gordas. Después de repetirnos el vídeo unas seis veces-querían que luego les diésemos su opinión-por fin llegó la hora de la cena. "¡Por fin!-dijo Antonia-seguro que nos dan una buena parte de carne a la parrilla con mariscos o tal vez un especial plato francés y tantas cosas que se nos hacía agua la boca ". Ya, ya. Pronto nuestro gozo y alucinación se hundió en un oscuro pozo...sufrimos una terrible decepción. Lo único que había en el plato que nos sirvió el camarero era una galleta estratégicamente colocada. "¿Es una broma?", le pregunté, realmente indignada. "No, señora. Es para que nos den su opinión sobre el producto", dijo muy seguro de sí. ¿Se imaginan cuál era el regalo sorpresa de la noche? ¡Sí, un lote completo de galletas dietéticas! Qué descenlace, que desgracia.