Gabriel García Márquez
Una tarde del otoño de 1951 los periódicos de Tokio destacaron en su primera página la crónica de un crimen atroz. Un matrimonio de ancianos campesinos fue asesinado en su propia casa, descuartizado a golpes de hacha. El móvil era evidente. Durante toda su vida, el matrimonio había trabajado duramente para asegurarse una ancianidad tranquila y sin sobresaltos. Una modesta suma escondida entre las tablas del piso era el resultado de esa larga previsión. También esa fue la causa de su muerte.
El estupor de la opinión pública impulsó a la policía japonesa a multiplicar sus esfuerzos para que el crimen no quedara impune. Había muy pocas pistas: una botella vacía, presumiblemente abandonada por el asesino en el portal de la casa. Pero no se encontraron en ella huellas digitales, como tampoco se encontraron en el hacha homicida.
El examen de los cadáveres permitió llegar a una conclusión: había varios autores materiales. Los cuerpos habían sido de tal manera destrozados , que era inverosímil la hipótesis de que un solo hombre hubiera podido descargar los golpes.
Una semana después del crimen, un muchacho de la región fue detenido por la policía. Sorprendido, el muchacho, sin ocupación conocida, no pudo explicar el origen de su dinero. Rápidamente la policía construyó su hipótesis y acusó al muchacho del crimen de los ancianos. Pero faltaba algo más: los cómplices. Después de un interrogatorio agotador, el acusado mencionó cuatro nombres.
Eran cuatro muchachos de la región que inicialmente negaron sistemáticamente su participación en el crimen. Pero poco tiempo después confesaron. Fueron juzgados y condenados. Los abogados defensores -que habían construido sus tesis sobre las propias contradicciones de la policía-_apelaron a la Corte Suprema .
Ese es, en síntesis, el hecho que dio origen a una película que acaba de salir en París, y que ha ocasionado una formidable sensación en todos los medios: "Ombres en plein jour", "Sombras en pleno día". Es un documento terrible, y es al mismo tiempo un alegato jurídico, "Todos somos asesinos", "Y se hizo justicia". La importancia de esa película, no sólo en la historia del cine sino en la historia de la humanidad, es más que evidente: por primera vez un grupo de abogados utilizan el cine para defender un acusado, cinco en este caso.
El fallo de la Corte Suprema de Justicia de Tokio debió conocerse en marzo de 1956, pero "Sombras en pleno día" fue exhibida pocos meses antes. El formidable estremecimiento que ella produjo en la opinión pública, obligó a los magistrados a revisar el caso más a fondo. El fallo fue aplazado hasta diciembre. Pero ha sido aplazado de nuevo, indefinidamente. En realidad, la película ha puesto en duda los procedimientos de la policía y la justicia japonesa, y lo ha hecho de una manera franca, dramática, en un alegato de dos horas que puede ocasionar serios cambios en la organización del Estado japonés.
Es preciso conocer algunos detalles para comprender la incalculable trascendencia del film. En primer término, el Japón es el único país del mundo donde los argumentos cinematográficos no están sometidos a censura previa. Pero sus autores responden ante la justicia por todo lo que se atreven a afirmar en sus películas
Por eso fue posible "Sombras en pleno día". Allí se cuenta la misma historia que el público japonés conocía, pero se cuenta desde adentro, partiendo de las mismas hipótesis de la policía. Al final se tiene la impresión de que todas las hipótesis han sido destruidas. El autor no descarta la posibilidad de que los cinco muchachos hayan cometido el crimen. Pero demuestra por qué son dudosos los argumentos de la policía. Allí se ve, en una escena de un dramatismo sobrecogedor, cómo uno solo de ellos pudo descuartizar a las víctimas -ciego de terror- mientras los otros trataban de localizar el dinero.
Pero no es eso lo más importante: el punto clave, que es también el argumento del film, es la forma en que -según los autores de la película- se consiguió la confesión del primer acusado, así como la de los otros cuatro. Sencillamente, la policía se valió de torturas atroces. Los acusados resistieron. Pero después de una serie de interrogatorios espeluznantes, se vieron precisados a firmar, casi sin conocimiento, todas las confesiones que sus jueces pusieron frente a ellos.
Durante el juicio, todos se retractaron. Todos denunciaron los atroces procedimientos por medio de los cuales fueron obligados a confesar. Pero los jueces prestaron oídos sordos a sus protestas, pues, de aceptar como válidas sus acusaciones, habrían tenido que admitir las confesiones forzosas, los tremendos métodos de la policía japonesa. Por eso fueron condenados.
Sin ningún recurso judicial, los abogados insistieron. Y esta vez por un medio insólito y convincente: el cine. Dos grandes del gran cine japonés se presentaron a la empresa. El productor, Tengo Yamaca, productor de "Los hijos de Hiroshima" y "Los pescadores de Cangrejos", y el guionista, Shinohy Hahimoto, autor de "Rashomon" y los "Siete Samurai". Esas cuatro películas son cuatro claves en la historia del cine. Pero el momento culminante es "Sombras en pleno día". La razón es sencilla: si la Corte Suprema de Justicia falla en favor de la película, tiene que reconocer la atrocidad de los métodos policiales. Eso significaría nada menos que el punto de partida para una revisión general de todos los procesos judiciales hechos en el Japón en los últimos años.
Pero si la Corte Suprema de Justicia falla en contra de la película -es decir, si confirma el fallo de los jueces- el producto, el guionista y el director, saben a qué atenerse: serán juzgados y encarcelados por difamación. No es un accidente: ellos lo sabían desde antes de iniciar la filmación. Simplemente tuvieron el valor de correr los riesgos. Por ahora, tienen ganada la primera partida: la opinión pública está en pie, reclamando justicia, y la Corte Suprema se ha visto precisado a aplazar su veredicto.
Los aplausos del público francés se han dirigido especialmente al coraje del productor, Tengo Yamaca, que por tercera vez corre el riesgo de decir tremendas verdades en el cine. La primera es inolvidable: "Los hijos de Hiroshima", una dramática acusación por el lanzamiento de la bomba atómica sobre una ciudad civil. El film tuvo problemas con la censura occidental, pero en estos momentos ha sido exhibido en casi todo el mundo, y los convincentes argumentos expuestos en él parecen definitivamente aceptados.
El otro film -exhibido hace poco tiempo en París es la patética acusación de los métodos de explotación de los pobres "Pescadores de Cangrejos". Un film espeluznante que, como "Los hijos de Hiroshima" y "Sombras en pleno día", ha sacudido a la opinión pública. En síntesis, Tengo Yamaca es un acusador implacable. "Sombras en pleno día", una película sin antecedentes.
Thursday, August 19, 2010
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